Se sugiere escoger la oración más adecuada para el momento y la persona según su enfermedad y estado de salud en ese momento. Se puede hacer una oración con libertad, o usar algunas de las siguientes sugerencias:
- Te amo, Señor. Eres mi fuerza, mi fortaleza, mi liberación. Eres, Dios, mi roca en la que encuentro mi refugio (Sal 18). Señor, te pido que no te alejes de mí. Acude en mi ayuda, que desaparezcan los malos pensamientos. Deseo refugiarme en Ti, cuando me abata la tristeza; invocarte a cada instante, desde lo más hondo de mi corazón, y esperar, con paciencia, ser reconfortado y consolado. Amén.
- Tú, Señor, que eres Salud de los Enfermos, vienes cuando te invoco. Eres el eterno presente, el hoy, ayer y siempre; y como me conoces, Señor, te pido tener piedad de mí; que se renueven mi fe y mi esperanza. Ten compasión de los sufrimientos de mi cuerpo y también de los de mi alma. Apiádate de mí. Señor, sáname el cuerpo, el corazón, el alma. Dame vida en abundancia. Te lo pido por la intercesión de María tu Madre, la Virgen de los dolores que estaba presente a los pies de la cruz.
- ¡Señor, escucha mi súplica! ¡Señor, ven en mi ayuda. Señor, date prisa en socorrerme! ¿Dónde iré si Tú me faltas? ¿Qué haré si Tú me abandonas? ¡Tú, que tienes mi vida entre tus manos, no permitas que este sufrimiento me destruya! ¡En medio de mis males, no permitas que mi espíritu desfallezca! ¡Calma mi angustia! ¡Más allá de la oscuridad de la prueba, hazme comprender que a mi llegada habrá luz y gran alegría! Señor, retira el velo que aún se interpone entre mí y tu dulce presencia. ¡Arranca la tela que me impide verte! Señor, no tardes; ven a librarme. Me siento pobre y desamparado. Pon fin a mi terrible prueba. ¡En tus manos confió mi corazón, mi espíritu y mi vida! Acógeme como un padre que acoge a su hijo.
Se concluye: "El Señor todopoderoso nos proteja, nos bendiga y nos lleve a la vida eterna" (haciendo la señal de la cruz)